La evolución que han tenido las tecnologías emergentes, principalmente la Inteligencia Artificial (IA), y su uso tanto para determinar los contenidos que la población consume en redes sociales como los sistemas de reconocimiento facial que emplean las fuerzas de seguridad, «requiere un marco regulatorio robusto», afirmó la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alma de los Ángeles Ríos Ruiz.
«Es crucial entender cómo estas tecnologías pueden perpetuar desigualdades existentes y amplificarles y su uso indebido puede llevar a violaciones de la privacidad, discriminación y vigilancia masiva», advirtió la académica experta al participar en el Primer Congreso Universitario de Inteligencia Artificial, Derechos Humanos y Transhumanismo, organizado por la Universidad de Guadalajara (UdeG).
«La rápida evolución que ha tenido (la IA) requiere un marco regulatorio y ético robusto que garantice su desarrollo y uso responsable», enfatizó Ríos Ruiz.
Añadió que la falta de transparencia y responsabilidad debido a los algoritmos que utiliza la Inteligencia Artificial «a menudo son opacos y difíciles de entender, lo que dificulta la transparencia y la rendición de cuentas».
Derechos humanos
El presidente de la Red Internacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, Trinidad Padilla López, destacó que las innovaciones no solo surgen de la academia sino también de la colaboración con la industria por lo que, sostuvo, «juntos podemos garantizar que los avances tecnológicos sean no solo impresionantes sino también y, sobre todo, éticos y beneficios para la sociedad en su conjunto».
«La Inteligencia Artificial está cambiando la forma en que vivimos y trabajamos y el transhumanismo nos desafía al reconsiderar qué significa ser humano en un mundo en el que la tecnología puede alterar nuestra biología y nuestras capacidades. Estos avances traen consigo desafíos éticos, sociales y legales que no podemos ignorar», enfatizó Padilla López.